(Redoble de tambores y cañones de luz de colores en el cielo, la puerta de metal se abre poco a poco…)
- ¡Damas y caballeros! Hoy está por fin con nosotros el esperado, el increíble, el infatigable, el que nunca perdió la esperanza, el primer minero en ver la luz del sol… él es… ¡Florencio Ábalos!, ¡un fuerte aplauso para él!(Clamor general, gritos, vítores y aplausos)
- Florencio, ¿unas primeras para tus seguidores al salir de la mina?- Me deslumbran los focos de las cámaras.
- ¡Otro fuerte aplauso para él! Ahora, vaya a saludar a su multimillonario y sonriente presidente; y no se olvide de salir bien en la foto (guiño cómplice).
- Y ahora recibamos con un fuerte aplauso al siguiente de nuestros protagonistas de hoy. ¡Con todos ust… bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla…
No fue así, pero casi. Quizá nos deberíamos preguntar si realmente se pueden tener esperanzas de que algo vaya a cambiar después de que mil trescientos millones de personas vieran en directo y a todo color cómo treinta y tres tipos con casco salían de un agujero en el suelo del tamaño de una rueda de bici; o si simplemente todo esto pasará al papel como una gran y espectacular desgracia con un gran y espectacular final feliz en el que todo sonrieron. Y colorín colorado.
¿Y colorín colorado? Simplemente todo esto pasará también, como una impactante noticia fácil; como una impactante noticia fácil para contar billetes.
Y qué pasará cuando dentro de un par de semanas ocurra algo parecido en las minas; ya sea en Chile o en China, en el sur de Eritrea o en Papúa Nueva Guinea; pero ya no atraiga la atención de las agencias de medios internacionales porque no haya ninguna historia nueva que contar, o directamente porque ningún minero se salve esta vez y solamente se enteren sus familias y sus amigos más cercanos. A ellos no les darán treinta mil dólares para seguir adelante ni tampoco aparecerá a darles el pésame el sonriente presidente de la república; ni mucho menos.
¿Por qué? Porque no habrá ninguna cámara esperando para hacer la foto.
¡Y que viva Chile, mierda!
MAX.