lunes, 23 de enero de 2012

MÁS UNO

Tomaste enjuague bucal rosa de las campañas del Gobierno, te pusieron un parche pirata durante seis meses para corregir ese “ojo vago”, aprendiste a nadar un invierno en una piscina climatizada, llevaste plantillas hasta los nueve para corregir esos pies planos y a los once llegó la magia de la ortodoncia.

Jugaste a los tazos de Matutano en el patio del colegio y Walt Disney te enseñó a amar el sistema, te pusieron “Érase una vez el hombre” para que entendieses cómo se hacían los niños y fuiste de excursión a la comisaría del barrio para que te explicaran lo que les ocurría a los malos. Un día apareció en clase un tipo con cara de pocos amigos para decirte a ti y a tus colegas que las autoridades sanitarias no os recomendaban el consumo de drogas y al año siguiente volvió el mismo tipo repartiendo condones.

El comunismo te pareció la hostia el día que te explicaron la Revolución Rusa y luego cambiaste de idea cuando llegó Stalin.

Y al final, has acabado con un smartphone, aunque al principio te irritaban los gilipollas del WhatsApp.

Una palmadita en el hombro. Y ya estás preparado para vivir.


 Ya eres uno más.


MAX.



martes, 27 de diciembre de 2011

iJÓVENES.

Jóvenes nostálgicos de los Beatles y amantes de las compañías aéreas low cost. Muchachos que fantasean con Trainspotting sin haber probado nunca la heroína. Generación que recuerda con romanticismo el París del 68 y las apresuradas carreras por Avenida Complutense delante de los grises. Chicos de provincia que sueñan con noches de los años 80 en un garito de Malasaña. Jóvenes que adoran el submundo de violencia y drogas de Tarantino. Adolescentes que se agitan con la idea de poder atreverse a probar el peyote como hacía Jim. Muchachos que se ilusionan con hacer kilómetros en una Wolkswagen Combi y hacer el amor en un Woodstock’69. Jóvenes que miran al Sol de California y se deleitan con sonidos de guitarras enlatadas de los sesenta. Inexpertos viajeros en el corazón de Ámsterdam.

Esa curiosidad por lo prohibido, esa pasión por lo ilegal.

Jóvenes de otra época. Con iPod.

MAX.




martes, 11 de octubre de 2011

CLARO, ¿CÓMO PODRÍA SER VERDAD?

Bashir es un niño de once años al que le gusta jugar al fútbol con sus amigos en el descampado y montar en bici por las calles de su ciudad. Le gustan los dátiles y el cordero que prepara su abuela. Además, le encanta lanzar palos para que su perro Idi se los vuelva a traer.

Una noche, Bashir jugaba con su hermanita Aisha de cinco años cuando oyó fuertes explosiones en la otra parte del barrio que poco a poco se iban acercando. Todo empezó a temblar, y, como ya venía siendo habitual, pronto empezaron a sonar las sirenas que avisaban de un inminente bombardeo. Bashir comenzó a oír los motores de los aviones, que volaban muy alto. El estruendo era ensordecedor y la mamá de Bashir llegó corriendo de la cocina, los abrazó muy fuerte y los metió debajo de la cama. Luego salió corriendo a buscar a Salim, el hermano mayor, que estaba en el sótano arreglando la vieja moto del abuelo. El papá de Bashir debía haber llegado ya del taller donde fabricaba muebles pero todavía no había aparecido. Los bombazos comenzaron a caer cada vez más cerca, y las fotos de los abuelos que estaban en la pared se rompieron contra el suelo. La lámpara de la mesilla empezó a parpadear y se estampó contra la alfombra. Se quedaron a oscuras. Entonces, Aisha empezó a llorar y Bashir la abrazó fuerte debajo de la cama sin saber muy bien lo que estaba pasando. De repente Bashir sintió una explosión muy fuerte en la parte superior de la casa seguida de una sacudida que recorrió el edificio hasta los cimientos, a Bashir le empezaron a pitar los oídos y no podía oír nada a parte de ese pitido infernal. Un fuerte dolor de cabeza empezó a aturdirle y desde debajo de la cama pudo ver como se derrumbaban las paredes justo antes de desmayarse, con Aisha todavía llorando entre sus brazos.

Bashir abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en una sala abarrotada de camillas desordenadas y de gente gritando. Había mucho ruido. Algún médico con bata se movía apresuradamente entre los heridos, y muchos familiares de las víctimas intentaban hacer lo imposible por los suyos. El caos era total. Bashir empezó a recordar todo y buscó a su hermanita entre las camas. Estaba dormida justo al lado; al parecer, a ninguno de los dos le había pasado nada grave. Alguna venda en los golpes y poco más. Bashir cogió a su hermanita y salieron de aquel caótico lugar. Volvieron a casa y se encontraron con un gran amasijo de escombros entre los que había algunos de sus juguetes. No había ni rastro de papá, ni de mamá, ni de Salim. Tampoco había señales de Idi.
Los tíos y los abuelos de Bashir vivían a dos horas y media en coche al norte de su ciudad. Bashir cogió a Aisha de la mano y fueron a buscar algo para comer. Una hora y media después todavía no habían encontrado nada para llevarse a la boca y Aisha no había dicho nada desde su salida del hospital. Llegaron a la parte alta de la ciudad cuando ya atardecía y se sentaron encima de unos escombros mirando hacia la ciudad. El panorama era desolador. El naranja del Sol que ya se escondía se mezclaba con el de las casas que todavía ardían y con el humo negro de los depósitos de combustible.
Bashir empezó a llorar.


- Tío, esta historia te la acabas de inventar, ¿no?
                             
- Claro, ¿cómo podría ser verdad?

MAX.


sábado, 25 de junio de 2011

CUANTO ANTES 18.

Nacemos en una ciudad o en otra, en un hospital o en otro; nos llevan patucos azules si fuimos niños y patucos rosas si fuimos niñas, nos meten a la guardería, lloramos, comemos, dormimos; y luego llegan el colegio, el instituto, la universidad… Y pensamos.

Cuanto antes se acabe el colegio, antes llegará el instituto y antes conoceré a mucha, muchísima gente nueva. Cuanto antes se acabe el instituto y lleguen los dieciocho, antes pasará Selectividad y antes empezará el increíble verano de la mayoría de edad, antes llegará la universidad, las universitarias, el permiso de conducir, el InterRail, las novatadas, una nueva ciudad, los jueves locos de birra barata, los colegios mayores y la fiesta universitaria non-stop; y cuanto antes llegue tercero de carrera, antes podré irme de Erasmus Orgasmus y antes podré visitar nuevos países de gran interés cultural, como por ejemplo Amsterdam, que aunque no sea país, suena bien para decírselo así a tus padres. Y por supuesto, cuanto antes termine el proyecto de fin de carrera, antes seré libre poder elegir el Máster que nos sacará a todos de pobres.

También, cuanto antes acabe el Máster, antes podré empezar a trabajar en absolutamente lo que elija, y cuanto antes me dé cuenta de que no hay curro ni de perroflauta, antes empezaré a trabajar en cualquier mierda por cuatro duros y seré un orgulloso licenciado en McAuto.

Cuanto antes encuentre un trabajo fijo, antes me podré comprar el coche, y antes podré irme de fin de semana romántico a una casa rural en la montaña. ¿Niños? Pues hombre… Cuanto antes siente la cabeza, antes podré dejar de vivir de papá y mamá y podré meterme en una hipoteca a ciento cincuenta años luz y que terminarán de pagar mis descendientes.
Estos críos, cuanto antes crezcan, antes dejarán de llorar y de dar la chapa cada noche. Cuanto antes lleguen al colegio, antes será otro el que les aguante la mitad del día, aunque por las tardes habrá que llevarlos a inglés, a francés, a natación, a mecanografía, a fútbol, a guitarra, y a pintura si tienen tiempo.
Cuanto antes lleguen a Bachillerato, cuatro gritos para que no beban demasiado, antes pasarán Selectividad y antes se irán a la universidad.

Cuanto antes llegue a los sesenta y cinco, antes me podré jubilar; y cuanto antes me jubile, antes… un momento, todo terminó demasiado rápido.

Vamos a plantear esto de otra forma.

Exprime el momento.

MAX.





sábado, 28 de mayo de 2011

GRACIAS, MOSSOS

Siete y media de la mañana, Plaça Catalunya, Barcelona. Empiezan a aparecer furgones azules por todas partes, el ruido de las sirenas es ensordecedor y unos tipos duros con casco y uniforme azul forman filas. Quieren limpiar la plaza; pero la higiene es un mero pretexto, la quieren limpiar de cabezas pensantes demasiado despiertas y quieren dispersarlas, porque si están todas juntas igual se ponen de acuerdo y hacen cosas grandes.

Los acampados miran a los de las porras y los de las porras miran a los acampados; y todos saben lo que va a pasar. Los tipos duros de azul empezarán a repartir palos apasionadamente a los gamberros de las florecillas, quienes aguantarán los golpes sin defenderse hasta que no quede hippie en pie. Comenzarán los gritos de rabia contenida y comenzarán los lloros de impotencia ante la violencia policial. Comenzarán los porrazos, comenzará a salpicar la sangre y cada uno saldrá condecorado con su ración de moratones. Así de primeras suena abusivo y rechazable, pero es que los unos piensan demasiado, y los otros... los otros ni siquiera piensan.

En realidad, a los de azul no les mola en exceso pegar a estos pelagatos que se creen Mahatma Ghandi, les molaría mucho más apalear a los cuatro antisistema de una manifa anarquista, que por lo menos les dan argumentos cuando les tiran unas cuantas botellas de cerveza. Pero éstos ni siquiera les dan razones para pegarles un poquito; solo les dan alguna que otra flor al estilo Sixties y les invitan a sentarse a conversar.
Les invitan a sentarse a pensar.

Gracias Mossos por dar el golpe de maestría que legitima definitivamente a las plazas de toda España, gracias Mossos por darnos más argumentos todavía para continuar creyendo en  la no-violencia y gracias Mossos por no habernos otorgado la legitimidad absoluta al no haberos cargado a nadie de un porrazo en la sien.

MAX.

viernes, 27 de mayo de 2011

PERROFLAUTAS COMEFLORES

Somos jóvenes, somos ancianos, somos de aquí, somos de allá, somos estudiantes, somos trabajadores, somos funcionarios, somos tú, somos yo, somos él y somos ella; cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre, pero es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, y es por eso que estamos hoy aquí, porque no hace falta llevar una cresta y unas Martens para querer cambiar el mundo.

Nuestra actitud nos legitima y quienes nos cuestionan lo hacen porque comprenden que esta actitud es la raíz del cambio que puede hacer que nuestras aspiraciones, a primera vista soñadoras, se conviertan en la realidad que todos queremos. Que nadie te trate de iluso romántico, la utopía no existe, la utopía es el camino.

Aquí todos hablamos, aquí todos escuchamos, aquí todos proponemos y todos queremos cambiar esta realidad que no nos gusta. Unidos, sin líderes sonrientes con corbata, sin otro apoyo que el de las personas corrientes, sin eslóganes vacíos de contenido, porque los cartones reciclados dicen mucho más que las vallas electorales a todo color.

Esto es algo de todos y de todas, de los que están en las plazas y de los que están en casa, de quienes saben de esto y de quienes ni siquiera han oído hablar de ello, un poco de plazoterapia no viene mal a nadie, porque tu democracia está enferma y pocos hacen nada por curarla. No podemos permitir que nos estén robando algo tan nuestro como la democracia a base de palabras huecas y quedarnos de brazos cruzados mirando; es por eso que lucharemos por ella sin mítines para borregos y sin campañas electorales estilo rebaño, porque nuestra única campaña se llama Quechua.

MAX.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Y ESO ES MALO

Loa polos se derriten, nos quedamos sin Amazonas, sube el nivel del mar, cada día hace más calor, los niños de Guatemala cultivan tu café, la temperatura no para de subir.
Y eso es malo.

África se desangra, los dictadores sonríen, el cólera arrasa Haití, los ríos se llenan de basura, ya no nieva en invierno, los ricos son más ricos, los pobres son más pobres, los políticos mienten.
Y eso es malo.

Nos quedamos sin playas, el agua no llega a Tindouf, mil millones de chinos callan, palos contra tanques en Palestina, nadie grita en Cuba, los mejicanos se ahogan en Río Grande, la ONU mira hacia otra parte.
Y eso es malo.

Mientras tanto tú estás sentado en tu casa leyendo esto.

Y eso sí que es malo.

MAX.